Te has ido y con tu partida nos has dejado a todos incrédulos ante el hecho de que no volveremos a verte más. Creo que nunca se está preparado para dejar ir a alguien a quien amas tanto, alguien que es parte de tu vida, de tus días, de tu ser. Te has ido y con ello te has llevado infinidad de sonrisas, en su lugar has dejado un mar de lágrimas, lagrimas que no cesan, lagrimas que duelen.

Me gustaría decirte que he estado bien, que no te preocupes por mí, que he vuelto a sonreír. Lamentablemente no es así. Me sigues doliendo en lo más profundo de mí y es que sin mentir te he necesitado demasiado. Te he echado mucho de menos y no ha sido fácil asimilar que ya no vuelvas a estar nunca más a mi lado, al menos no físicamente.

Me sigo haciendo mal viendo aquellas fotografías tuyas, nuestras. Y es que ¿cómo puedo comprender que tu llamado haya sido tan rápido? No importa cuánto hayas vivido, solo sé que me hubiese gustado que fueses eterno y que siguieras aquí conmigo, dándome tu amor y tu cariño. Tus cuidados, tu protección y el cómo me hacías sentir como un niño.

Quisiera no llorarte más, porque sé que no te dejo descansar, pero mi calendario se estacionó en ese día, ese día en el que partiste. Día en el que mi corazón se partió en mil pedazos, ese día en el que una parte de mí también murió junto contigo, en el que dejé de tener abrigo y mi sonrisa desapareció.

A veces sueño que has regresado y me siento tan feliz como no lo soy desde que en aquel frío ataúd tuve que darte un último beso y decirte adiós. Me platicas tantas cosas y yo me encuentro tan curioso e intrigado que no dejo de poner atención a cada palabra. Reímos a carcajadas y el tiempo transcurre muy a prisa, deseo detenerlo, pero entre más lo deseo parece avanzar con más rapidez y deseo con todas mis fuerzas pedir cinco minutos más de sueño o que simplemente nadie me despierte, pero entonces sucede, vuelvo a la realidad, una triste realidad en la que ya no estás.

Es cierto que sigues presente en cada recuerdo. Sigues presente en mi mente, en mi corazón y a ti dedico cada pensamiento. Sigues presente en fotografías, en ciertos lugares, en la gente, en algunos objetos. En el aire, en los días, en las risas y en los sueños de los que no quisiera despertar y es que en ellos junto contigo vuelvo a sentir y tener paz.

Te has ido tan inesperadamente que ni siquiera he tenido tiempo de decirte todo lo que te quiero. Lo mucho que han significado para mi todos los años que me regalaste tu compañía. El sin fin de aprendizajes que obtuve de ti y tus experiencias de vida. Lo mucho que ahora aprecio cada regaño, cada consejo, cada palabra de aliento. Los aplausos que me dedicaste en mis victorias y aquellos impulsos que me diste para levantarme de cada derrota.
No puedes imaginarte siquiera lo mucho que continúo echándote de menos. Lo mucho que deseo volver abrazarte, volver a escucharte. Y sin embargo pese a mi dolor me queda la gran satisfacción de que viviste plenamente. Que realizaste todas aquellas cosas que en su momento deseaste. Que cumpliste sueños, metas y planes. Me siento infinitamente orgulloso de ti, del gran ser humano que fuiste, que eres y que serás. Porque aquí en la tierra hiciste una infinidad de buenas acciones, sé que en el más allá también así será.

Guardo con recelo todos los momentos a tu lado en mi corazón. Quiero pensar que ahora te encuentras en un lugar mucho mejor. Que te has ido con tranquilidad, teniendo en mente que nada te faltó hacer, que nada te faltó dar y es que siempre nos diste de más sin importar con cuanto te quedases tú, siempre fuiste un ser lleno de luz y de amor. Un ser que al menos yo he de llevar en mi corazón.

Te he de seguir recordando, como ese ser divino que siempre tenía una sonrisa en los labios. Prometo ser más fuerte y con mis lágrimas ya no retenerte. Prometo no romperme más al recordarte y no desear con tanta intensidad tu presencia para que finalmente puedas descansar. Prometo aceptar la voluntad del cielo y no esperar más tu llegada. Aunque la esperanza de volverte a ver seguirá aquí, conmigo. Prometo no hacer más rabietas comportándome como un niño por el deseo de tenerte conmigo. Prometo ser tan fuerte como me enseñaste un día. Y esperar con paciencia el día de nuestro reencuentro.

Espérame por allá y guárdame mi lugar y es que no sé cómo, ni cuándo, ni dónde, solo sé que un día nos volveremos a encontrar y ésta vez, ésta vez será para siempre.


Autor: Stepha Salcas
Extraído de Google

Me estoy apagando


Llevo meses triste y nadie se da cuenta, ¿cómo lo van a notar? Si sonrío mucho y siempre de la misma manera.
¿Cómo van a darse cuenta que estoy roto? Si cada día me planto fuerte y camino con firmeza, aunque mis piernas a cada paso flaquean.
Hace meses que no como lo que quiero pero nadie lo nota, «está haciendo dieta», piensan…
La gente va y viene, pasa a mi lado y se para en frente y siguen sin saber que estoy perdido, y que mi mundo se detiene.
Hace mucho que solo quiero soñar en la cama, que brotan lágrimas y más que llanto, parece que se derrama un oceáno.
O tal vez sí sepan, pero no dicen nada.
Han de pensar que es algo pasajero y yo sé que sí, que por mucho que ésto me esté ahogando tengo fe que terminará tarde o temprano.
La tristeza no solo son lágrimas, en mí son brincos y sonrisas, la tristeza juega con el mundo y se disfraza de alegría.
Estoy llorando sin lágrimas en los ojos,
Estoy gritando con la boca cerrada,
Estoy cometiendo el peor de los homicidios,
Estoy cayéndome al precipicio con el anhelo de poder ser salvado.
Estoy ayudando a los demás, aunque yo esté destrozado.
Hace mucho que me estoy apagando y nadie se da cuenta.